El chat de Whatsapp echaba fuego.
Normalmente esas conversaciones a través de la pantallita acaban por agotar (sobre todo si te reenganchas tarde), pero ese día el tema era de los que nos removía las entrañas a las 3 personas que habitamos ese espacio virtual (de hecho era de esas conversaciones que hay que tener compartiendo una botella de vino en una cafetería de luces tenues y suelo sucio, pero chica, era jueves por la tarde y así surgen las cosas).
Cansadas de la lucha diaria para conseguir un trabajo digno, que nos haga sentir realizadas y que también pague nuestras facturas (¿viva el idealismo?), resultó que nos hallábamos debatiendo sobre uno de los grandes temazos que afligen al 98% de las personas que nos dedicamos a profesiones creativas.
El 2% restante, el club de los inmunes a este mal, está formado por esos creativos que cabalgan en la cima del éxito, que parecen estar bendecidos por las musas, que no conocen el significado del término contrato basura y viven de su arte sin preocupaciones, ajenos a la realidad del otro 98%.
¿Estas personas me dan envidia? Por supuesto. Pero a la vez me alegra infinito que existan creativos que sean reconocidos por las masas y puedan vivir holgadamente de su arte. Me parece un triunfo y una gran inspiración. Pero eso no me quita los años de sentirme “menos creativa” por no vivir exclusivamente de mi escritura (como si la creatividad se midiera en puntos o algo así), que han acabado por conseguir que tenga clara una cosa:
La gente que vive exclusivamente de su arte es una minoría. Por mucho que Instagram nos quiera hacer creer lo contrario.
Y es que si entras en Instagram, todos somos súper exitosos, tenemos la vida solucionada, vivimos de nuestras creaciones (tengan la forma que tengan) y jamás tenemos problemas para llegar a fin de mes.
Visto así, esa comunidad es como un circo, un teatro de apariencias en el que pierde quien no muestra su vida y su éxito constantemente. Pero la realidad es que si no sabes levantar el velo de las ilusiones a tiempo, entonces sí que pierdes. Porque estás perdida.
Estás perdida porque todo ese postureo genera en ti una sensación de inadecuidad que va calando como lo hace el moho en las casas viejas, hasta que causa daños irreparables. Y estos daños no se solucionan con una mano de pintura, sino que pueden llegar a desanimarte hasta el punto de que dejes de crear, quizá para siempre. Total, tú no puedes vivir de tu arte y eso te convierte en un impostor, en un artista de tercera clase, de los que usan la brocha para pintar las casas de los unicornios que SÍ son artistas en pleno derecho porque la gente les reconoce y les paga.
Así que si no eres artista, ¿para qué intentar crear algo, si sabes que no va a tener éxito? ¿Para qué molestarse, si total, lo consiguen cuatro gatos?
Esta falacia que marchita nuestros corazones y paraliza nuestras manos es un engaño capitalista más, el que asocia valor a dinero. Es decir, que si no compran tus cuadros, si las editoriales no se pelean en la puerta de tu casa por ti, si tu tienda de artesanía no factura cuatro cifras a diario, si no te codeas con la flor y la nata de tu mundillo…eso debe significar que lo que haces no es importante. No gusta. No es arte.
De verdad, ¿en qué momento nos hemos creído tanta mierda?
Me incluyo en ese “nos” porque que esté escribiendo sobre esto es en cierto modo un exorcismo creativo, una forma de liberarme de un problema que yo también he sufrido durante mucho tiempo.
Pero con los años he aprendido que el valor de una creación no depende de los euros que genere.
Ni de los likes de Instagram.
Asociamos arte con impacto e impacto con dinero, y unos no siempre preceden a los otros. En el caso de la creatividad, esta asociación es fatal porque nos puede llevar a tirar la toalla, privándonos de la magia y el crecimiento que se derivan de crear por crear. Crear simplemente porque lo necesitamos y lo disfrutamos (aunque también es muy normal no disfrutar siempre al crear, pero esa es otra historia, ¿quizá para otra carta?).
Es normal que el arte no dé siempre dinero. Y eso no lo convierte en un arte menos válido.
Puedes tener un trabajo que te sustente económicamente para dedicar el resto de tu tiempo a crear libremente lo que te salga del coño, sin condicionar tu creatividad porque tiene que darte dinero para hacer la compra.
Y por supuesto, también puedes haber currado súper duro para ganarte la vida con tu arte y conseguir labrarte tu propio camino. Aunque también es probable que tu éxito se deba a una combinación de diversas variables, véase talento, persistencia, buena suerte, contactos e incluso ciertos privilegios (como ahorros o apoyo familiar) que te hayan permitido triunfar. Eso no te hace peor persona, ni peor artista tampoco.
Ojalá disfrutes de tu creatividad ahora y siempre. Ojalá no te digas “soy creativo” con la boca pequeña. Ojalá crees cosas simplemente por el hecho de crear, porque eres humano y eso es lo que hacemos los humanos.
Si quieres escribir, escribe. ¿Sabes que si escribes, eres escritor?
Si quieres cantar, canta. Porque si cantas, eres cantante.
Si quieres crear cerámica con tus manos, hazlo. Serás un gran ceramista (incluso aunque tus piezas solo decoren las estanterías de tu casa familiar).
Y así sucesivamente.
Lo importante es poner el alma en ello, mancharse las manos. Que los likes, el dinero y el reconocimiento queden en un segundo plano. Y si llegan, ojalá los recibas con las manos abiertas y el corazón alegre, si es que los estabas buscando. Pero que eso no te distraiga del propósito principal, que es crear.
Y si quieres quedarte con algo de esta carta, por favor que sea con esto: el tiempo dedicado a crear NUNCA es tiempo perdido.
Un abrazo,
Paula
Quiero cerrar esta carta con una frase de El Club de los Poetas Muertos que ya es un clásico, pero no me extraña que lo sea porque se lo ha ganado con creces:
“No olviden que a pesar de todo lo que les digan, las palabras y las ideas pueden cambiar el mundo (…). Les contaré un secreto: no leemos y escribimos poesía porque es bonita. Leemos y escribimos poesía porque pertenecemos a la raza humana; y la raza humana está llena de pasión. La medicina, el derecho, el comercio, la ingeniería, son carreras nobles y necesarias para dignificar la vida humana. Pero la poesía, la belleza, el romanticismo, el amor son cosas que nos mantienen vivos.”
John Keating (Robin Williams)
Y de extra, una canción que me inspira cuando las fuerzas creativas me abandonan (haz click sobre la imagen para escucharla)
Imagen: mis manos y el arte de Anuki
Empezar la semana leyéndote... ¡A crear se ha dicho! <3