#5 La de nocturnidad, alevosía y una agenda a petar
Descubrir que no era una rara avis, al menos en ese sentido, me quitó un gran peso de encima. Fue un alivio comparable al del día que descubrí que existía el término “multiapasionado” y que, por lo tanto, yo no era una inconstante, ni una desubicada, ni me faltaba foco. Simplemente era - soy - una persona con tendencia a tener diversos intereses e inquietudes creativas.
Ese fue uno de los momentos en los que más consciente fui del poder tranquilizador y hermanador de las palabras. Porque que existiera el término “persona multiapasionada” quiere decir que una persona como yo se sintió inconstante y desubicada durante mucho tiempo, hasta que decidió investigar y descubrió que había muchas personas con esa misma tendencia sintiéndose inconstantes y desubicadas. No estaba sola. Quizá no conociera sus nombres, quizá esas personas vivieran en Massachusetts, o con suerte se cruzara con ellas al bajar a comprar el pan en zapatillas de estar por casa. Pero existían. Y eso reconforta un poco el alma.
Si lo de las multiapasionadas me sorprendió, cuando descubrí que existe un término que define la procrastinación absurda que me suele ocupar a altas horas de la madrugada, me dieron ganas de levantarme, abrir la ventana y gritar “NO ESTÁIS SOLOOOOOOSS” a pleno pulmón (pero decidí abortar misión porque no creo que mis vecinos se sintieran reconfortados por mi descubrimiento de la 1:15 de la madrugada de un miércoles).
Que hay personas que disfrutan de la soledad de la noche para leer, investigar, ver películas o simplemente hacer lo que les dé la real gana no es nuevo. Se les suele llamar búhos o personas nocturnas y tachar de adjetivos varios, que van desde creativos hasta inadaptados, desorganizados o vagos.
El problema está en que vivimos en una sociedad que nos obliga a madrugar para ser productivos, con lo que entregarse al frenesí creativo-ocioso nocturno empieza a ser complicado cuando el despertador no perdona al día siguiente.
Pero tú lo intentas. Le das al botón de “ver siguiente capítulo” como si tu vida dependiera de ello, ignorando las advertencias de tus ojos, que ya te escuecen como si se hubieran tomado un cubata de gas pimienta, y de tu conciencia, que sabe que apretar ese botón otra vez ha sido muy mala idea.
Este baile se sucede noche tras noche, hasta que levantarse el viernes es una odisea digna del desembarco de Normandía. La diferencia es que aquí nadie te obliga a ir a la guerra. Aún así te sientes un estúpido desertor.
Pero entonces descubres que existe un término inglés, “revenge bedtime procrastination”, que surgió de la traducción de una expresión en chino que refleja la frustración ligada a largas y estresantes horas de trabajo que dejan poco tiempo para el disfrute personal. Con el auge de la pandemia este término se extendió por todo el mundo con la ayuda de la periodista Daphne K. Lee, que explicó el término en un tweet que se hizo viral.
La “procrastinación por venganza de la hora de acostarse” se refiere entonces a la acción de retrasar el sueño en respuesta al estrés o la falta de tiempo libre durante el día. Es un comportamiento común entre personas con trabajos muy estresantes y/o agendas muy apretadas. Si además tienes tendencia a activarte por la noche, voilà el cóctel perfecto para ser víctima de tu propia mente.
Los psicólogos aún están estudiando las causas de este comportamiento. Algunos dicen que este retraso voluntario del sueño a sabiendas de que es perjudicial es típico de personas con poca capacidad de autorregulación o autocontrol, mientras que otros afirman que nuestra capacidad de autocontrol ya está de por sí en su punto más bajo al final del día. Además, el estrés diurno y las exigencias de nuestras rutinas pueden mermar aún más estas reservas de autocontrol, lo que facilita esta postergación del sueño.
En cambio, otros estudiosos afirman que la procrastinación del sueño puede ocurrir en personas que tienen un cronotipo vespertino, noctámbulos que se ven obligadas a adaptarse a horarios diseñados para los madrugadores. En este tipo de procrastinación, sacrificar el sueño para tener tiempo libre también puede verse no tanto como una falta de autocontrol, sino más bien como un intento de encontrar tiempo de recuperación o de ocio en respuesta al estrés.
Es decir, es un esfuerzo por encontrar esa habitación propia de la que hablaba Virginia Wolf. ¿Un esfuerzo algo torpe? Puede ser. Pero me conmueve ese tinte rebelde y ligeramente autodestructivo de los que defienden el último bastión de nuestra vida: la noche.
Decía Sabina que nos podrán robar nuestros días pero no nuestras noches, ¿habría en esos versos un mensaje en clave para los procrastinadores nocturnos, esos bohemios adaptados de día e inadaptados de noche que luchan por recuperar su libertad cuando el mundo duerme?
No pienso cerrar esta carta con consejos tipo “aleja las pantallas de tu dormitorio” o “créate una rutina de sueño saludable”. Primero, porque quizá seas una persona más racional que yo, de esas que se van a dormir cuando tienen sueño. Y segundo, porque esas cosas ya las sabemos. Aquí lo importante es hacerse otras preguntas.
¿Por qué tenemos que robarle horas a la vida a costa de nuestras ojeras? ¿Por qué posponemos siempre nuestra felicidad?¿Por qué parece que la única forma de recuperar el control de nuestro tiempo es poniendo en jaque nuestra salud? ¿Qué clase de mundo estamos creando si tener tiempo para disfrutar, para crear o para mirar al techo es síntoma de ser un desocupado, un pringao? Desde luego, es un mundo en el que me da mucha rabia vivir.
Cuando hallemos respuestas, cuando cambiemos lo que hay, quizá podamos dormir tranquilos.
P.D. Por si te quedaba alguna duda, esta carta ha sido escrita al abrigo del silencio nocturno (faltaría más).